jueves, 13 de diciembre de 2012

Ve la luz en España el monumental aullido sobre el asfalto de Lewis Mumford



Esta historia principia con una ciudad que era, simbólicamente, un mundo.Lewis Mumford (Flushing, Queens, ciudad de Nueva York, 19 de octubre de 1895-Amenia, estado de Nueva York, 26 de enero de 1990) fue una acrópolis del saber, casi un siglo de vida, un animal literario y científico, una voz imprescindible en la jungla literaria del saber histórico, filosófico, artístico y en la crítica de la arquitectura. Tsunami del humanismo, fue un sabio del urbanismo y de la tecnología. Mumford esculpió durante treinta y dos años una columna sobre arquitectura titulada «Sky Line» para el New Yorker. Formó parte de las Facultades de varias instituciones: de las universidades de Stanford y Pensilvania, el Massachusetts Institute of Technology (MIT) o del New York City Board of Higher Education. Entre sus innúmeras distinciones destaca la Medalla Presidencial de Libertad, la Medalla Nacional de Literatura y, en 1986, la Medalla Nacional de Arte de Estados Unidos.
Ve la luz en España el monumental aullido sobre el asfalto de Lewis Mumford
ABC
Portada de «La ciudad en la historia» (Pepitas)
Ahora, medio siglo después de que edificara su monumento a la urbanidad, se publica en España por vez primera «La ciudad en la historia», obra gigantesca -de mil ciento sesenta y ocho páginas-, que rescata en una magnífica y cuidada edición Pepitas de Calabaza, saber magno traducido por Enrique Luis Revol, revisado por Javier Rodríguez Hidalgo, y al cuidado en la portada y en grafismo por Miguel Ropero, Sergio Pérez de Heredia y Julián Lacalle.
Lewis Mumford revitaliza las civilizaciones con una interpretación radicalmente innovadora sobre el origen y la naturaleza de la ciudad: rastrea su evolución en Egipto y Mesopotamia, Grecia, Roma y la Edad Media hasta llegar al mundo moderno. En lugar de aceptar que el destino de la ciudad sea la tendencia a la congestión metropolitana, la expansión descontrolada de los suburbios y la desintegración social, Mumford esboza un orden que incardine las instalaciones técnicas con las necesidades biológicas y las normas sociales.

La aurora madura

«En la aurora de la historia la ciudad es ya una forma madura-sostiene Mumford-. Muchas ciudades, muchas instituciones educativas y organizaciones políticas existentes han aprisionado ya al hombre posthistórico. Esta obediente criatura no tendrá necesidad de la ciudad: lo que alguna vez fue una ciudad se reducirá a las dimensiones de un centro subterráneo de control, pues, en beneficio del control y del automatismo, todos los demás atributos de la vida serán revocados. Necesitamos una nueva imagen del orden, que incluya lo orgánico y lo personal, y que llegue a abarcar todos los oficios y funciones del ser humano. Solo si podemos proyectar dicha imagen estaremos en condiciones de hallar una nueva forma para la ciudad».
Una ciudad nada automática, como la que soñaba el maestro Julio Camba, que hervía el plomo de la palabra en la estereotipia y se sentaba a comentar quisicosas en su ciudad automática hace más de medio siglo, mientras descerrajaba burlas y chanzas de los escritores de su tiempo, escribía dramáticamente en broma el humo de los días, creía muy poco en las glorias de este mundo y se retiraba a su cama a leer novelas policiacas.
Lewis Mumford subraya que «lo que le ha ocurrido al suburbio ya es cosa que pertenece a los anales históricos. No bien el automóvil se popularizó, la escala pedestre del suburbio desapareció, y con ella casi toda su individualidad y su encanto. El suburbio dejó de ser una unidad vecinal: se convirtió en una masa difusa, de poca densidad, envuelta por la conurbación y envolviéndola a su vez».
Para Mumford, la principal función de la ciudad es convertir el poder en forma, la energía en cultura, la materia inerte en símbolos vivos del arte, la reproducción biológica en creatividad social: «Las funciones positivas de la ciudad no pueden desempeñarse sin establecer nuevas disposiciones institucionales que sean capaces de manipular las vastas energías con que ahora cuenta el hombre: disposiciones tan audaces como las que en el origen transformaron la aldea hipertrofiada y su fortaleza en la unidad urbana y altamente organizada».

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